domingo, 4 de diciembre de 2016

EL COLECCIONISTA DE MUÑECAS

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El coleccionista de muñecas
compra siempre a la baja,
luego, con subterfugios,
hace subir despacio las cotizaciones,
las mantiene ahí
un tiempo prudencial
hasta que provoca un caos, una debacle,
para que bajen rápido.
Luego viene la ruina, la crisis impostada,
el crimen tan perfecto
que parece de libro.

Entonces suelta las muñecas
en un río desierto
y estas, que poco saben de las aguas
y apenas saben nadar,
se hunden en el fondo.

El placer de comprarlas es real,
después el juego estéril
exactamente
igual
que
los
juegos
bursátiles
son desidia, estrategia y apariencia.

El gran coleccionista es millonario
y tiene en sus mansiones
catorce mil muñecas de colores.
Algunas las descarta, tirándolas al río...
porque llevan defectos de fábrica,
otras las revende al mejor postor,
pero las más importantes
yacen en las vitrinas de sus casas.
Algunas admiradas y otras olvidadas
como si fueran dígitos.
Cada muñeca tiene referencia.
En un cuaderno azul
anota algunos datos.
Dónde las adquirió,
cuánto pagó por ellas.
Si ellas eran nuevas
o de segunda mano.
También si requerían un arreglo.

El gran coleccionista
compite en los mercados
de otros coleccionistas de muñecas
y subastan muñecas junto a cuadros,
esculturas y joyas y relojes.

Las muñecas no lloran ni padecen
simplemente son cosas entre cosas,
con valor relativo, sin un alma,
salvo alguna excepción algo inquietante...


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Inquietante poema, como las muñecas lo son, siempre inquietantes (esas pálidas ojerosas muñecotas de cerámica) desde mi infancia... Alguna vez mi madre en casa de una vecina que las coleccionaba me sentó entre ellas durante una visita mientras ellas conversaban y tomaban el té... y ahora mismo inquietantes, tanto que en varios pasajes del poema vinieron a mi mente recuerdos que a juzgar por los versos que los despertaron son a todas luces surreales. Tal es también el poder de la poesía: develar lo que guarda la mente, arrebatarle cosas al olvido, inquietarte...

Abrazo inquietado (si se me permite el término).

Ana Muela Sopeña dijo...

Para mí los juguetes tienen alma y las cosas en general también. Es un alma diferente, pero alma al fin y al cabo.

Lo cierto es que las colecciones de muñecas con caritas de porcelana son siempre inquietantes.

Abrazos