*
La lluvia nos miraba melancólica
desde la habitación en la penumbra.
Allí vimos las calles y sus ecos
por aquella ventana tan altiva.
Contemplamos el cuarto,
un espejo con marco de metal.
Las figuritas suaves
de una porcelana delicada,
los recuerdos de viajes,
los detalles preciosos
en las estanterías de los sueños.
El ambiente era imagen de utopía.
Todo se refugiaba
en las cuatro paredes de aquel piso.
Una alfombra pequeña,
un ánfora con flores de papel,
caramelos de menta...
La ciudad se llenó de nuestros cuerpos
mientras los whatsapps mudos
nos entraban
y no hacíamos caso...
Las horas nos cubrieron de belleza
con la respiración entrecortada
y nuestras bocas juntas en un beso.
Las historias se hicieron peculiares
en medio del amor y de la risa...
Todo se fue adaptando a nuestro ritmo
y en mitad de la tarde
la narración se hizo
infinita...
Ana Muela Sopeña
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6 comentarios:
Mira, vengo de un concierto, tarde, de madrugada (Adrián Iaies, pianista de jazz mixturado con tango y milonga, de excepción) y ya creía yo que allí terminaba la maravilla de esta noche porteña hasta el alma, y no, me encuentro con tu poemazo, Ana... me eriza la piel, será alguna clase de emoción, es lo que necesitaba leer... mejor me voy a dormir, ya por hoy es demasiado, no vaya a ser que algo arruine tanta "luz". Menos mal que viví para vivirla y que no me la han contado.
Abrazo, Ana.
Y todo se adapta:cuerpos pensamientos, miradas. Es la utopia siempre buscada.
Como siempre, magistral querida Ana.
Abrazos.
Gracias, Carlos, me alegro de que lo hayas pasado también y, por supuesto, también me encanta que te haya gustado el poema.
Así salió (como solemos decir...)...
Un abrazo grande
Ana
Siempre es un placer tu visita, Taty.
Un fuerte abrazo, querida poeta
Ana
Bellísimo, Ana.
Una atmósfera intimista, donde los sueños se hacen realidad.
Cariños.
Gracias, Soco, por venir...
Un beso grande
Ana
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