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Los gatos callejeros merodean
por las calles de noche, sin un dueño.
Cuando llueve se buscan escondites:
debajo de los coches o en un muro,
detrás de matorrales
o al lado de una verja con arbustos.
En las tardes tranquilas,
a veces miro a uno
que parece un maestro de la vida.
Tiene el pelaje gris con unas rayas
y contempla la acera muy despacio
como si habitara otro mundo.
Cuando vibran nostalgias
por la ciudad desnuda
estos amigos suaves, peculiares,
absorben en sus ojos cualquier pena
y sanan el ambiente
con su respiración fuera del tiempo.
Ana Muela Sopeña
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4 comentarios:
Yo soy dueño de gatos (tenía dos pero el macho murió) y no sé qué haría sin mi gata. Realmente me lo estoy pensando porque recorrió conmigo el mundo, desde que era tan chiquitita que me cabía en la palma de la mano y la llevaba en un bolsillo de la mochila.
Los gatos son seres especiales. Hay que vivir con gatos para entender de lo que son capaces.
Lehitraot, Ana
Tu gran poema, Ana, y el poder de observación o detección-captación que te llevó a describir a estos "maestros de la vida" (si pudieras verme verías mis ojos en lágrimas) y el tan sensible y lúcido comentario de Gavrí, además de conmoverme, me alientan a agradecerles este momento de poderosa luz en un día de sombras.
Abrazo. Abrazos.
Los gatos son grandes amigos siempre, Gavrí:
Sí, hay que vivir con gatos para entender la dimensión de su compañía y afecto.
Un abrazo y gracias por venir
Ana
Carlos:
Siempre es agradable tu visita.
Espero que las sombras se tornen luz para ti...
Un abrazo grande
Ana
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