domingo, 23 de abril de 2017

EL NIÑO

*
Cada niño que nace es especial,
de pronto el niño crece hasta ser nadie.
Se convierte en adulto y es mediocre.
Le dicen que su sueño es un delito,
que el brillo de sus ojos está mal,
que debe comportarse como todos,
casi ser un clonado de la masa.
Y llega a ser adulto, siendo nada.
Y se siente un "ser nadie" y va muriendo.
¿En qué momento el niño pierde el código
de la estrella brillante de su alma?

Cada impulso genuino es reprimido,
cada instante creativo es olvidado.
Sólo quieren que cumpla los dictados
del poder invisible de la sombra.
Que sea un tornillo de metal
del engranaje extraño de la máquina
que fagocita a todos con sus fauces,
para apagar el pulso de lo único...

Cada niño que nace es especial,
de pronto el niño crece hasta ser alguien.
Se convierte en adulto, es un milagro.
Le dicen que su sueño es bienvenido,
que el fulgor de sus ojos está bien,
que se comporte siempre como es
para ser un genoma irrepetible.
Y llega a ser adulto, siendo todo.
Y se siente completo y va viviendo.
¿En qué momento el niño gana el código
de la estrella brillante de su alma?

Cada impulso genuino es apoyado,
cada instante creativo es un recuerdo.
Sólo quiere cumplir su gran misión
del amor invisible de la luz.
Convertirse en creador de sincronía,
como un fractal perfecto en la galaxia,
para encender el centro del Aleph...


Ana Muela Sopeña

4 comentarios:

carlos perrotti dijo...

"El pulso de lo único..." Tantas veces tuve en la punta de la lengua ese verso, Ana, tantas veces rondé alrededor de esa definición... inasible, inexpresable. Vos lograste expresarla, claro que para tu poema, en el contexto de tu poema. Pero siento eso mismo, que cada uno tiene su pulso, que existe un pulso único, irrepetible, inimitable, por lo que la dignidad de la vida de toda persona es un hecho invaluable. Porque cada persona es única.

Abrazo agradecido.

Kasioles dijo...

Te he encontrado de casualidad, pero ha valido la pena, me ha gustado mucho la reflexión que mana de tu poema.
Estoy convencida de que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles, ¡lástima que nos quieran medir a todos por el mismo rasero!
Y lo malo es que no lo entienden, que creen que todos debemos madurar al mismo tiempo y alcanzar los mismos niveles, ya lo vemos, por desgracia,en los primeros años de vida cuando comienza el ingreso en la escuela, el que no llega se le arrincona, no se le estimula y si algo no lo remedia, siempre crecerá con un complejo de inútil.
Cariños y buen comienzo de semana.
kasioles

Ana Muela Sopeña dijo...

Somos seres únicos y sin embargo van queriéndonos convertir en meras copias unos de otros.

Es nuestra labor empeñarnos en ser únicos y ofrecer lo más genuino de nosotros mismos.

Un fuerte abrazo
Ana

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Kasioles, por tu extenso comentario. Sí, así es. Al niño en vez de estimularlo se le increpa y se le convierte en un renegado del aprendizaje por el trato que injustamente recibe, salvo que se adapte al sistema...

Un fuerte abrazo
Ana