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A Mercedes Ridocci a la muerte de su madre
Las estrellas rompieron su silencio
en las horas extrañas de la vida.
Majestuosas fueron sólo luz
incardinada en mundos que habitar.
Todo desde las sombras como un pulso
entremezclado con la noche
marchitó la armonía del reloj.
Y el tiempo se hizo cueva, túnel, árbol
para velar el sueño de la muerte.
Después vino la rosa del dolor,
una lágrima herida en el exilio
y una nostalgia llena de naufragios.
Las horas escondidas en la tierra
se han convertido en bruma
en la estación del hambre.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Me gustan, en particular, los poemas del tiempo... y los tuyos ni te cuento, Ana, con versos tan nítidos con olor a tiempo.
Abrazo, Ana, qué bueno leerte así no te extrañamos tanto...
Gracias, Carlos, siempre es alegre que pases por mi espacio...
Un abrazo
Ana
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