jueves, 30 de noviembre de 2017

LA MANADA

*
Ella deambula ebria por las calles
y lamentablemente
deja de estar en guardia
con los desconocidos.
Encuentra cinco lobos
que parecen licántropos
sacados de un manual.
No discrimina bien
y cree que son humanos.
Su percepción de niebla la confunde.
Inundada de alcohol
no puede darse cuenta...

Con uno de los lobos
charla como si nada.

De pronto todo cambia.

La meten a la fuerza en un portal.
Lo atávico se torna una tortura.

Ella teme a la muerte, está indefensa,
le sobreviene súbito
un estado de shock.

Ellos tienen el rito ensayado.
Se sincronizan bien.

Ella quiere que el tiempo pase rápido.
Recuerda a otras mujeres
enterradas en tumbas
y permanece neutra
sabiendo que la vida es lo que importa.

Quiere sobrevivir pese al infierno.
Como un flash en su mente
ve a Nagore
y a otras mujeres muertas.
Entonces se disocia
y espera que el reloj no se detenga.

Ellos son la manada, están marcados,
con tatuajes que sirven
para identificarlos.
Son monstruos peligrosos.
En Pozoblanco hicieron otro abuso
a una chica que estaba inconsciente.

Ella capta el olor de sus colonias
y teme represalias.
Desea que terminen cuanto antes
para poder vivir
y escapar del lugar,
quitarse el pánico...

Cuando se queda sola
la cordura del frío,
en su embriaguez tan densa,
la hace reaccionar...

está sin su teléfono,
ellos se lo han robado.

Llora sin esperanza sobre un banco.

Allí siente el exilio
de la desolación
y llega una pareja...
Entre lágrimas cuenta
su horrible pesadilla:
la palabra tabú surge en el aire.
"Violación"
miedo
asco,
sensaciones de vértigo y vergüenza.
Ella acude por todas las mujeres,
para que no haya otras,
para que no haya más
víctimas de manadas
de cinco lobos/machos,
a denunciar los hechos
y luego al hospital para iniciar
su proceso privado
para sanar el trauma.
Y sabe que no es ella la única mujer,
que son muchas mujeres
las violadas
en portales oscuros o en cunetas,
en fiestas, casas, ríos, playas, bosques.
Los milenios
regresan con sus signos
de agresiones y abusos
y lucha para ser una persona
abrazando la vida en resiliencia.
Por ella, por su propia dignidad,
por todas las mujeres
y por todos los hombres que respetan
a todas las mujeres...


Ana Muela Sopeña

5 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Poema de alguna manera inédito en todo lo que te había leído. Vividas crudas imágenes-versos como dentelladas. Sacude leerlo y verlo en palabras. Pero afortunadamente "la vida es lo que importa", Ana, y la poesía también como denuncia generadora de conciencia.

Abrazo inmenso amiga.

Helena Bonals dijo...

Jo fa gairebé onze anys que no tinc cap relació física amb un home perquè m'he sentit maltractada com només pot sentir-ho una dona.
Molt punyent el teu poema.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Carlos, por venir. Sí...sobre este tema no cabe mucho lirismo. Descarnados son los versos como los hechos.

Ojalá que la justicia haga su trabajo y que la brutalidad no quede impune.

Un beso grande
Ana

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Helena:

A veces pasan esas cosas. Agradezco infinitamente tus palabras.

Besos a montones, amiga poeta.

Sempre és un plaure veur't entre les meves lletres.

Agraeixo molt la teva transparencia.
Una abraçada
Anna

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Alicia:

Tu comentario se me ha borrado.

El mundo es un pañuelo.
Abrazos en la distancia. Tiempo sin saber de ti...
Ana