lunes, 4 de diciembre de 2017

ABISMO Y VÓRTICE

*
La calle permanece silenciosa
con el dolor agudo en las aceras
y la respiración entrecortada,
más allá de los árboles.

Todo parece un sueño de la luna,
sumergido en relojes invisibles
que cuestionan la lluvia.

El romance es un cuento prehistórico
que nos conecta siempre con la herida
y el alba luminosa de lo vivo.

La explosión pasional nos electriza,
nos lleva al punto exacto del secreto
donde todo se torna abismo y vórtice.

La ceguera nos hace retorcernos
en los círculos lúdicos del pánico
y esperar lealtad entre las sombras,
en mitad de la noche.

Aguardamos al otro sideral,
que por fin el gemelo nos contenga
en su rostro de luz.

Cuando la oscuridad nos da su abrazo
terrible de la muerte clandestina
a través del instante primigenio
de la disolución en el desierto
sentimos la punzada de la grieta
en nuestra piel de híbridos.

El daño sabe ser maestro y ángel
consagrado a los ojos de los niños
en la licantropía de la urbe.

Todo se va tornando cada día
un lugar en la niebla
nada recomendable para amar.

Se caen por precipicios de conjuros
las palabras tan necias
que saltan entre rocas y espirales.

El instinto es ahora indistinguible
de la traición abyecta de lo denso,
mientras que en el inicio
danzaba en la inocencia
como virgen
protegida con velos
de lo pérfido.


Ana Muela Sopeña

4 comentarios:

Teresa dijo...

Siempre tienes bellos poemas. Saludos.

carlos perrotti dijo...

Hay que poder escribir así, Ana. No cualquiera.

Me saco el sombrero que no llevo, diría Dylan Thomas. Abrazo.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Teresa, por brindarme tus palabras.

Un abrazo
Ana

Ana Muela Sopeña dijo...

Agradezco tus efusivas palabras, Carlos:

Un placer siempre tenerte en mi espacio
Un abrazo grande
Ana