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Primavera es el tiempo del amor,
todo nace y resurge de la nada
para crear espacios en cascada
y disolver los nudos del dolor.
El verano se torna sanador,
plenitud de la vida abandonada
que vuela sin cesar libre y alada
y establece un refugio del valor.
El otoño nos muestra su neblina,
los días que se acortan, la humedad
que invade las estatuas de quietud.
El invierno desnudo nos inclina
a descubrir la esencia en soledad
del paso de los años como alud.
Ana Muela Sopeña
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