viernes, 2 de marzo de 2018

HORIZONTE DE SUCESOS

*
Allí estaba el portal inexpugnable
como puerta de acceso
al mundo incomprensible
del agujero negro,
en la galaxia suave y espiral.

Los humanos sabíamos del colapso inminente
de nuestro planeta azul,
secuestrado por los seres más abyectos.

Seguíamos comiendo y respirando
como si no pasara nada.
Como si todo fuera un gran delirio
alucinante en prismas
de una visión virtual.
Como un caleidoscopio
dormido en nuestros yoes soñadores
que cazaban al acecho
del viaje intergaláctico.

Todo hablaba de agujeros de gusano
repartidos por varias latitudes
a punto de emerger en el período
del vórtice del frío y de la hambruna.

Y Nadia vislumbraba
los mundos colindantes
en galaxias gemelas.
Valeri
parecía un astronauta
en su cuerpo de nube.
Alexandra bailaba en su cubículo,
en un entrenamiento magistral
de gravedad sin fórmulas.

Los efectos directos del cambio de los polos
se harían efectivos
en breve y sin señales.

En Noruega había un banco de semillas
por si la glaciación
destrozaba los cultivos para siempre.

Argentina, como esfera
en las tierras mistéricas
de la Patagonia,
era protagonista de un resurgir de luz,
más allá de las sombras
de los oscuros...

Las voces de la gente,
nunca antes escuchadas,
se hacían poco a poco más audibles,
a medida que el dial
del centro atractor
de la increíble Vía Láctea
se iba sintonizando
con el horizonte de sucesos.

Hebras del adn
crecían sin cesar.
El Homo Sapiens era un loco,
drogado por los bellos cromosomas:
XY para el hombre
guerrero del espíritu
de las estrellas muertas.
XX, sin miedos escondidos,
para mujeres áureas
marcadas por la lluvia sideral.

Pero el Homo Galáctico venía
a despertar el alma de los tibios,
volando por el aire...
y presentaba sus respetos
a los humanos creadores.

La singularidad se hizo real
en instantes de niebla y de sentido,
atados a los trenes de la condenación
y de la insania.
La línea del destino
no dejaba salirse del plan original
de los astros difusos
programados para tristes
futuros con inercia.

Un laberinto lleno de seres luminosos
descendió por los vórtices del agua
y a través de la nieve de las cumbres.

En el espacio tiempo de la luna,
enamorada de lo arcaico,
surgió sin sentimientos de culpa o timidez
la Tierra primigenia
seducida por el Sol.

Y de pronto los seres
pobladores de Gaia,
altiva y poderosa,
sintieron en sus genes
los protocolos cuánticos
como códigos cósmicos.

El amor de la bella Citosina.
La creación abierta de los púlsares
de la rebelde Adenina.
La solidaridad de la Guanina
y el latido ardiente, sin las máscaras,
del despertar de la conciencia
oculto en la Timina.

Todos los nucleótidos en bucle
sintieron sin excusas
un déjà vu sumido en el sublime
trayecto espacial
de la máquina del tiempo
abandonada
en un rincón del Polo Norte,
en el espejo de Iskalia.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Sólo tu ADN de poeta contiene las instantáneas para poder escribir (percibir, describir, transmitir) así.

Para releer y releer y citar. Un hallazgo más, Ana.

Abrazo grande.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Carlos, por venir...

Un abrazo
Ana