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Las estatuas presiden la ciudad,
dormitan como el viento de la noche,
protegen alamedas y jardines
con su alma inmortal.
Pueden pasar el tiempo,
las heridas,
la historia interminable,
los inviernos,
las fechas señaladas,
el carrusel del mundo,
el espíritu extraño de las modas...
mas las estatuas siguen en su espacio
uniendo en alfabetos de silencio
el aire de la vida,
las ausencias sin nombre
y el vacío.
Nos recuerdan que todo es pasajero,
menos la piedra mágica del hombre
que desafía al pulso de los astros.
Ana Muela Sopeña
lunes, 2 de abril de 2018
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4 comentarios:
Siempre escribes precioso. Muchos besos.
Muchas gracias, Teresa. Me alegra verte por aquí...
Un beso
Ana
Qué certeros iluminados versos, Ana. Sólo las estatuas pueden recordarnos que todo es pasajero...
Abrazo hasta allá, poeta!
Gracias, Carlos, por venir...
Un beso grande
Ana
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