martes, 3 de julio de 2018

SAMSARA

*
La soledad es siempre
el prólogo al amor más infinito.
Los amantes intentan curarse las fisuras.
Cuando logran sanar de sus heridas
hay un tiempo de luz, como de infancia.
Después uno recuerda que hay un mundo
e interrumpe el ritual de adoración.
Entonces todo vuelve a ser vacío
como la vida misma,
hasta que el círculo se cierra.

Ahora están atados
y notan el horror del aislamiento.
Yacen en su prisión y además sienten frío.
Asumen su destino sin quejarse
hasta que llega alguien dando fuego
y el engaño se torna inevitable.
Se trazan unos guiones en clichés,
se deslizan los días en penumbra.
Luego todo se rompe
para volver al equilibrio.

La copa se fragmenta,
la fluidez desliza escarcha libre.
Cada uno en su lado ya no se miran nunca.
Regresan a la rueda del samsara
como si todo fuera una película
de circos y aventuras en la luna.
El naufragio da paso a otra existencia
y todo se repite desde cero.
Un día uno despierta
al aprender que todo es maya.

Amanece sin miedo
y observa al ser amado mientras duerme.
Percibe una verdad: los días son ficticios.
Hay que fingir que todo sigue ardiendo
para poder lograr ser uno solo.
Evadir las preguntas de la mente
salvo que se pretenda el extravío
de las sombras cautivas en la cárcel.
De repente una imagen:
nuestra memoria vuelve al vórtice.

El tiempo se ha fugado
las personas partieron y ahora hay clones.
Es casi un videojuego pero todo es así.
Descartando a la gente como naipes
de un póquer sumergido en la discordia
hemos llegado al punto del inicio.
Se repiten los dramas, situaciones
del karma y confusión entre la arena.
De pronto detectamos algo atroz:
la experiencia es aquello que obtenemos
cuando no conseguimos
el sueño evanescente que nos ama.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Me dejas como flotando en lo insondable.

A releerlo tantas veces como "es" necesario capturar su inasible pura verdad, aunque, claro,
la has puesto en palabras...

Abrazos, amiga, hasta allá.

Ana Muela Sopeña dijo...

No siempre el amor entra en la rueda del Samsara, afortunadamente, pero sí muchas veces. Intento describir ese proceso con exactitud. No sé si lo habré logrado.

Abrazos
Ana