*
Me enamoré de la niebla
cuyo nombre era de sueño
sumergido en la ilusión
más allá de un halo incierto.
Aterricé soterrada
en la belleza del eco
que se escuchaba de noche
con luz tenue y a lo lejos.
Supe que todo en la vida
era tan sólo un ensueño
que se mantiene por suerte
hasta que se rasga el velo.
Me enamoré de la bruma
en forma de un blanco espejo
adornado por las sombras
de la lujuria de un cuerpo.
En mitad de la sorpresa
encontré un trozo de cielo
integrado con el alba
y con los caballos negros.
Me enamoré de una imagen
bajo lluvias de febrero
y permanecí atrapada
por antiguos sortilegios.
Ana Muela Sopeña
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4 comentarios:
Vive enamorada tu poesía, Ana. Destino inevitable.
Abrazo grande.
Es precioso tu romance, Ana bonita.
Tan cerca y tanto tiempo sin comunicarnos... Un abrazo largo y fuerte
Me alegro que así lo veas, Carlos:
Un beso grande
Ana
Muchas gracias, Soco:
Sí, deberíamos quedar un día en Bilbao para tomar un café, ¿no te parece?
Un beso grande
Ana
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