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"Una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes".
Lawrence Durrell
Pasa el tiempo desnudo sin que arranque la belleza de un tiempo inmemorial. En mitad de la niebla se presiente la soledad del frío. Escucho tras los muros invisibles la lluvia que enmascara los escaparates silenciosos.
Todo se ha vuelto gris en la distancia.
El sonido del agua es como el hambre.
Parece que la luz es un ensueño
adherido a la magia de las nubes.
Te has ido sin decir al menos uno adiós con la mirada. Una palabra puede construir nuevos mundos, pero también hablar desde el mutismo de las tumbas. Un cementerio lleno de inquietud: preámbulo con ángeles de invierno.
Has querido marcharte de puntillas.
Como un ladrón descalzo en los abismos,
pero el rumor del viento es ya mi aliado.
No hay peor despedida que la nada envuelta en lo que pudo ser un día. Esa nada infernal que nos asfixia en el destierro infame del vacío. Ahora es necesario pasar página. Atemperar las lágrimas de sangre. Permitir a los muertos superarse y dejar su epitafio entre la escarcha sobre una blanca lápida con la flor abisal como recuerdo...
Ana Muela Sopeña
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4 comentarios:
Sin despedidas, ese adiós queda como un paréntesis sin cerrar.
la ciudad se vuelve ajena y gris. Un abrazo
Pasa la página, tu poesía se encargará del resto, Ana...
Abrazo grande amiga!!
Qué bello lo dices, Albada:
Un abrazo
Siempre es positivo pasar página, Carlos:
Gracias por estar...
Un beso grande
Ana
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