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En la infancia buscamos la memoria del juego
entre los sortilegios de una emoción desnuda.
Somos sobre los charcos solo gente menuda
y avanzamos despacio por caminos de fuego.
Al llegar a los veinte los días son un ruego,
una ilusión sin límite, un conjuro sin ruda.
La belleza se palpa como un ave zancuda,
cada hora es lo máximo, aunque uno sea ciego.
La madurez nos lleva por senderos de gloria
hacia una luz azul, en mitad de la niebla,
mientras pasa la vida oculta en la sonrisa.
La vejez nos arropa con su esencia de historia,
permite en el silencio huir de la tiniebla,
sentir en soledad el temblor de la brisa.
Ana Muela Sopeña
lunes, 11 de noviembre de 2019
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4 comentarios:
Gran soneto. Me impactó particularmente este verso, Ana, "mientras pasa la vida oculta en la sonrisa..." que describe a la perfección la frustración que disimula a veces cierta gente mientras finge y lo soporta todo con una triste mueca parecida a una sonrisa...
Abrazo grande querida amiga.
Una reflexión exacta de la vida, con sus fases, con sus luces. También hay sombras, pero es muy bello de leer y de entender, porque nos dimensiona en los ciclos.
Un abrazo y feliz día
Me alegra mucho, Carlos, que este soneto te haya gustado.
Un fuerte abrazo
Ana
Un abrazo enorme, Albada.
Gracias por venir y disfrutar de este soneto.
Ana
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