A veces entre la niebla vislumbramos nuestra vida como algo onírico, como un sueño encriptado en el metal de los reflejos. Vamos dándonos cuenta de que nuestra historia es mitad tangible, mitad etérea. Nuestros pensamientos se tornan irreales y todo lo que contemplan nuestros ojos una pequeña muestra de la locura cotidiana.
Ana Muela Sopeña
4 comentarios:
Impresionante prosa, Ana.
ASí es. Esa pequeña ranura por la que asoma la locura cotidiana nos permite diferenciar lo real de lo soñado. Sin embargo, una cierta dosis, homeopática tal vez, es necesaria para vivir feliz. De nuestra propia locura y escisión.
Un abrazo y por un día con gramos de locura de la buena.
Me alegra que te haya gustado, Carlos:
Un fuerte abrazo
Ana
La locura cotidiana siempre nos ayuda a seguir en la locura colectiva. Es como una vacuna.
Un fuerte abrazo
Ana
Publicar un comentario