Elena presintió, al fin, que aquel viaje sería sin retorno. Su relación con Mario ya no era un sueño sumergido en la belleza. Ahora cada cita era un calvario, una tortura envuelta en un teatro. Ellos ya no gozaban de las conversaciones sobre el mundo. Eran simples extraños, a pesar de estar juntos desde la adolescencia.
Ella fue preparando las maletas, para marcharse sola a otra ciudad distinta.
Aquel día de lluvia cerró la casa para no volver. Acudió a la estación. Se subió al tren nocturno con un plan: olvidar su fracaso en los raíles.
Ana Muela Sopeña
4 comentarios:
Prosa abierta como una herida. Prosa abierta a un final...
Abrazo, amiga, hasta allá
Tremenda travesía, la del fracaso, si bien va hacia otra ciudad, no parece pues que vaya a ninguna parte, y eso es señal de una puerta que se cierra y una ventana que se abre.
Por las mujeres valientes, que no temen decir adiós. Un abrazo
Abrazos enormes para ti, Carlos:
Siempre una alegría tu presencia en lo mío.
Besos
Ana
Por todas las personas que abrazan el cambio permanente como sistema de vida.
Un beso enorme, Albada
Ana
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