martes, 14 de enero de 2020

PEGASUS


Markab guarda los códigos
de los seres que perdieron la memoria.

Sheat es la diosa de los púlsares,
la energía femenina primordial.

Algenib roba la antorcha
a los dioses desnudos en el sueño.

Enif habla de amor y de amistad,
siempre recibe a los viajeros siderales
con sus brazos de fuego eonario.

Homam custodia el crecimiento de los niños
mientras se forman en el vientre de sus madres.

Matar es la estrella afortunada de la lluvia,
es luminosa
como el alma del mundo
y ampara con su frecuencia cuántica
el pasado galáctico del humano de luz.

Baham observa los portales estelares
y permite a los ángeles guardianes
establecerse como nobles centinelas.

Sadalbari es la estrella
de los nucleótidos del ADN.
Allí se reestructuran cada noche
la adenina, guanina, citosina y timina,
que se convierten
en los motores del cambio.

Kerb rescata de la sombra la conciencia
y la lleva de la mano
hacía el inevitable despertar.


Ana Muela Sopeña

6 comentarios:

Fackel dijo...

Extraordinario poema; una reivindicación de tales estrellas; un simbolismo a gusto del poeta y del lector. Gracias por ello.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Fackel, por tus efusivas palabras.

Me encantan las estrellas y cuando las observó experimento gratas sensaciones



Un abrazo

Albada Dos dijo...

No conocía esa retahíla que enuncias y a la que das salida en tus palabras, versos como pájaros sin dueño. Precioso post.

Un abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Agradezco tu paso por estos versos de estrellas, Albada.

Un abrazo grande

carlos perrotti dijo...

Uno queda fascinado con estos versos y el conocimiento y la mística que se desprende ellos...

Te felicito, Ana.

Ana Muela Sopeña dijo...

Muchas gracias, Carlos:

Es siempre reconfortante mirar al cielo y divisar las constelaciones de estrellas, tan misteriosas, tan lejanas y cercanas a la vez.

Un fuerte abrazo