martes, 18 de febrero de 2020

LA LLOVIZNA NOS SUBYUGA


A veces las mañanas silenciosas me recuerdan el ritmo de otro tiempo. Cuando todo era bullicio y alegría entre los tenderetes de la plaza Nueva. Allí los domingos encontraba vendedores de sueños y de humo entremezclados con los puestos de monedas, de cómics, de esculturas y de pájaros.

En Bilbao la llovizna nos subyuga, nos lleva de la mano hacia la infancia, esa que no termina porque es música. Los sonidos de coches son constantes en mitad de las horas infinitas.
A veces las sirenas de las fábricas se abren paso entre ruidos más modernos y unas nubes rosadas adornan horizontes sin un límite.
La ría del Nervión es una herida que muestra de las gentes su pasión por el trabajo de los metales duros. El instinto da espacio a las escenas de una historia enterrada en la memoria de un pueblo siempre atávico y maestro.

Este mes de febrero se presenta con su frío voraz, su viento norte y sus rachas que todo lo trastocan.

Por la ventana veo un barco venido de Turquía, un petrolero que nos trae los aromas de otras tierras a través de los mares en penumbra.

La tarde entre la niebla se abisma con sus huellas en calles peatonales.


Ana Muela Sopeña

12 comentarios:

Hidra dijo...

Precioso texto lleno de nostalgia.
Un beso, Ana.

Ceciely dijo...

Un encanto leerte, Ana. Llevas tatuada la embriaguez del pasado y qué mejor la lluvia para hipnotizarnos y revivirlo.
Un abrazo grande.

Carmela dijo...

Hola, Ana, he llegado desde otro Blog, al tuyo y me ha gustado mucho. Con tu permiso me quedo por aquí.
Un saludo cariñoso

carlos perrotti dijo...

Es eterno el ayer, verdad? Conmovedor relato de tu patria: la infancia, no recuerdo qué poeta la llamó así con razón.

Abrazo hasta Bilbao.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Hidra, por tus palabras. Siempre es alegre tu visita.

Un fuerte abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Agradezco mucho tu paso por mis letras, Ceciely.

Un beso

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Carmela, por pasearte por mi blog.

Un fuerte abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Siempre es un placer verte entre mis letras, Carlos.

Un beso hasta Buenos Aires

Albada Dos dijo...

Bello canto a la llovizna que no duele, que deja los colores más brillantes. Hasta ese barco debe traer especies y perfumes que nos remueven el alma, nos sacuden los sentidos, en ese Bilbao tan lindo ahora

Un abrazo y por los días de chirimiri

Ana Muela Sopeña dijo...

Sí... Bilbao fue una ciudad sucia, con edificios grises por el humo de las fábricas. Edificios que no reflejaban la luz. Pero en los años 80 se limpiaron todas las fachadas de Bilbao y de sus alrededores. Unas fachadas se lijaron porque los materiales lo permitían. Otras se pintaron. También se arreglaron los tejados y se empezaron a tomar medidas contra la contaminación obligando a las empresas (astilleros y siderimetalúrgicas) a filtrar el aire y el agua residual producto de sus procesos industriales. Entonces la ciudad resurgió gracias a la luz de sus edificios y con ella sus habitantes también salieron del letargo.

Un beso

Laura dijo...

Acabo de darme un paseo por Bilbao gracias a ti... :)
Besos.

Ana Muela Sopeña dijo...

Pues qué bien, Laura:

Me alegra.

Un beso