miércoles, 23 de septiembre de 2020


 

OTOÑO

El otoño ha llegado con las mascarillas y los miedos. Parece que las tardes nos llevan, entre bruma, la costumbre de escuchar las noticias más siniestras. Entre el gel hidroalcohólico y el lavado de manos hemos olvidado lo esencial. A veces tengo la sensación de que la lluvia no lavará nuestra ignorancia y seguiremos siempre haciendo agua en la desnudez de nuestros sueños. 


Viento nostálgico 

en la hojarasca seca

sobre las calles.

Las nubes a lo lejos,

crepúsculo dormido.


Los sueños reaparecen en memorias que descansan flotando entre satélites. Buscamos la belleza de las constelaciones laberínticas al mirar con los ojos del instinto los verbos estelares.


Respiración

en mitad de los parques

con sus estatuas.

Esculturas de vida

desafiando al mundo.


Los verbos desarrollan su función al contener enigmas de la tierra en sus sílabas antiguas, códigos de arena.


Lluvia sonora

en la noche de luna.

Revelación.

El silencio en los árboles,

más allá el horizonte.


El verano se ha ido entre miradas que pugnan por salir al aire libre, para buscar el centro de las cosas. Disolución del alma del pasado para resurgir entre la niebla. 



Ana Muela Sopeña

sábado, 19 de septiembre de 2020


 

SALVOCONDUCTO

Un reloj sumergido en la memoria nos desgarra cuando todo se torna infranqueable. Las puertas que se cierran. Los corazones duros como estatuas. El frío inmarcesible que nos vuelve vulnerables, como errantes perdidos en las tumbas de un cementerio de cenizas. Solo una espera suave nos redime cuando sentimos pánico sin límites, como un animal acorralado. Mas la visión cautiva del fuego creador y la imagen tan nítida de un amor legendario son siempre, por fortuna, un salvoconducto imprescindible para pronto, sin demora, abrazar fieramente otra línea de tiempo más amable. 



Ana Muela Sopeña


 

DE HERIDAS

La noche sabe de heridas

en el aislamiento sombra

a través de los cristales

para soñar con la rosa.

Más allá de la pandemia

hay un corazón que llora

en mitad de la tristeza

con un aullido de loba.


Cuando lo oscuro se abisma

en lo profundo del bosque

la belleza es la raíz

que nos lleva por el orbe.

En las estrellas lejanas

una mirada en el borde

del enigma de la puerta

se oculta frente a los hombres.


Hay un pájaro nocturno

que conoce los secretos

de la visión del crepúsculo

sobre asfalto y un vencejo.

En el punto del amor

todo se esconde en el velo,

más allá de las fisuras

que diluyen cualquier miedo. 



Ana Muela Sopeña

domingo, 13 de septiembre de 2020


ENTRE VISILLOS


La habitación del sueño nos espera
en la casa dormida en la ciudad.
Allí nos despojamos de miradas,
nos quitamos las máscaras del ego
y somos solamente moradores
del comienzo del mundo.

Volvemos al pasado paleolítico,
a ser iniciadores de la vida
cuando el fuego era un símbolo de dioses
y en mitad del camino
la belleza se unía con el miedo.

Las ventanas furtivas nos elevan
por encima de todo lo vulgar.

Amamos con la mente y con el cuerpo
la libertad de ser entre visillos.

Somos generadores de energía,
intercambiamos luz con las pupilas
y construimos juntos las partículas
de la creación de las galaxias.


Ana Muela Sopeña


ECOS


La noche tiembla en lo oscuro
mientras los coches en sueños
se adelantan al instinto
y delatan nuestros miedos.

Cuando las palabras callan
solo quedan nuestros ecos.
En la vereda del caos
se abren paso los enredos.

La luna luce en su trono
con su manto de silencio.
El sol es un gran amigo,
solo sabe del ensueño.

A veces la soledad
es tan solo un blanco velo
para salir del acoso
de los caminos del ego.


Ana Muela Sopeña

viernes, 4 de septiembre de 2020


NANA PARA DORMIR A UN NIÑO ASUSTADO


Arruu, arrorroo.
Mi niño tiene frío
mientras le canto suave
y le susurro lindas
palabras al oído.

Arruu, arrorroo.
La luna está dormida
en medio de las nubes
mientras mi niño llora
mirando las estrellas.

Arruu, arrorroo.
La noche es un misterio
que sabe a despedida
porque mi niño quiere
jugar con su caballo.

Arruu, arrorroo.
Hay una sombra oscura
que acecha entre visillos
a mi niño del alma
para llevarlo al cielo.

Arruu, arrorroo.
Mi niño tiene un ángel
que lo cuida y protege.
En días de peligro
la música le calma.

Arruu, arrorroo.
El mundo tiene miedo
como un niño asustado,
pero la voz del alba
deshace los hechizos.


Ana Muela Sopeña