jueves, 8 de octubre de 2020

LAS MORAS

 Cuando era pequeña mi padre nos llevaba a coger moras. Era todo un ritual. Salíamos contentos con bolsas y con baldes de la playa. Nos acercábamos en coche y después caminábamos hasta las zarzas. Con cuidado arrancábamos una a una. Descartábamos las rojas, las bicolor, las pasadas y las secas. Solo traíamos a casa dos o tres kilos. Todas en su punto exacto de maduración. De regreso las lavábamos, secábamos y preparábamos con azúcar. Cada ración la poníamos en un bol. Mi madre no nos dejaba comerlas junto a otros alimentos. Había que tomarlas solas para merendar o desayunar. Mi abuelo Ramón (que no vivía con nosotros) las prefería con vino tinto y azúcar. Venía expresamente a por su ración de moras. Recogerlas, prepararlas y comerlas era una fiesta. Nos daba la sensación de que la naturaleza nos colmaba de este néctar de los dioses para premiarnos. Mi padre siempre estaba de buen humor en estas excursiones ya que ir a buscar nuestros preciados frutos le relajaba y le permitía desconectar de sus problemas. Recuerdo estas salidas con deleite. Ahora, cuando veo las moras en sus zarzas, o en las estanterías de los supermercados, sonrío y un aroma especial me viene a la memoria. Observo que mi padre vive todavía en estas frutas tan jugosas a pesar de que ya nos dejó en el año dos mil diez, en una madrugada de verano. 


Ana Muela Sopeña

14 comentarios:

Jorge M dijo...

Un hermoso recuerdo muy nostálgico, lleno de nobleza pura , de esa que traen los recuerdos buenos, muy grato leer esta parte de ti amiga, gracias por compartir, abrazos

Albada Dos dijo...

Forma parte de mi infancia, de mis manchas también :-). Un bonito recuerdo, evocado por verlas, así de domesticadas, en los supermercados.

Un abrazo

Laura dijo...

Uy! que recuerdos me has traído... yo también iba siempre con mi madre a buscar. Tengo hasta un video (de esos de 8mm) Fíjate que pequeña era...
Besitos.

carlos perrotti dijo...

Es eterno el ayer que no hace más que volver a re-versionarse...

Sensible conmovedora prosa, Ana. Abrazo gigante.

Patricia K dijo...

Es un relato conmovedor, es increíble como los recuerdos nos vuelven a acercar a esos seres que ya no están con nosotros.
Muchos abrazos.

A.S. dijo...

Muito emocionante o teu relato Ana. Há recordações do passado que permanecem como vivas memórias. Tuas palavras, revelam um profundo sentimento de ternura e muito carinho.
Gostei muito de te ler!

Beijosss

Teresa dijo...

Un precioso recuerdo que es parecido al mío, yo las recogía para hacer mermelada. Un beso.

Ana Muela Sopeña dijo...

La infancia siempre permanece viva en el recuerdo.

Un abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Desde luego no es lo mismo recogerlas que comprarlas. Además, no sé por qué, son carísimas las que venden en los supermercados.

Un abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Me encantaría ver ese vídeo. Tiene que ser entrañable.

Un beso, Laura

Ana Muela Sopeña dijo...

Muchas gracias, Carlos, por venir y brindarme tus generosas palabras.

Un beso grande

Ana Muela Sopeña dijo...

Sí, Patricia:

A veces un recuerdo, un aroma, un objeto disparan otro recuerdo y la nostalgia.

Un beso

Ana Muela Sopeña dijo...

Albino, gracias por venir.

Abrazos en la distancia

Ana Muela Sopeña dijo...

Qué rica la mermelada, Teresa.

Un beso enorme