miércoles, 16 de diciembre de 2020

TRES MINUTOS

A lo lejos te vi en la estación,

mientras un mundo etéreo se hacía de origami.

Percibí tu entereza entre la bruma.

Tus pensamientos tristes, 

taciturnos.


Una luz transformada te miró

mientras yo todavía me doblaba

como un papel mojado

en la papiroflexia de la herida.


Tan solo tres minutos de tu tiempo 

fueron lo necesario para ver

que huías sin cesar hacia adelante,

como si todo fuera una película.


Las palabras de sombra fueron dulces,

la voz entremezclada con la sangre,

las lágrimas amables, subrepticias,

ocultas tras la gran vidriera cósmica.


Al decirnos adiós

de nuevo aterricé

sobre la pista llana 

que prometía solo

una tregua cargada de silencio.


Aunque también podría

ser un experimento entre la niebla

y una tormenta con llovizna.



Ana Muela Sopeña

10 comentarios:

Albada Dos dijo...

Hay adioses que son como losas, inapelables, y se intuyen como adioses definitivos, en pocos, muy pocos minutos.

Un abrazo

Siby dijo...



Pienso que cada adiós tiene
su historia y difícil de aceptarlo.

Besitos dulces

Siby

Jorge M dijo...

Decir adiós suele ser difícil, algunos preferimos desaparecer sin decir ni una sola palabra.
Tus versos con mucho sentimiento Ana, escribes muy muy bien.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias por venir, Albada.

Besos a montones

Ana Muela Sopeña dijo...

Así es... cada adiós tiene su historia.

Un beso grande, Siby...

Ana Muela Sopeña dijo...

Agradezco tus palabras, Jorge:

Muchos besos

A.S. dijo...

Ana! Chega a um momento da nossa vida, que temos de dizer adeus, amadurecer para seguir em frente!
Uma despedida, vem sempre acompanhada de um novo ponto de partida!

Un beso!

carlos perrotti dijo...

Es un poema tan nítido. Un guión de cortometraje con una atmósfera crepuscular y melancólicos versos en off...

Me encantó, amiga. Abrazos y más abrazos.

Ana Muela Sopeña dijo...

Todo lo que dices es cierto, Albino:

Pero... ciertos adioses son un desgarro.

Muitos beijos...

Ana Muela Sopeña dijo...

Nitidez porque parte de una vivencia...

Un fuerte abrazo, Carlos