A lo lejos te vi en la estación,
mientras un mundo etéreo se hacía de origami.
Percibí tu entereza entre la bruma.
Tus pensamientos tristes,
taciturnos.
Una luz transformada te miró
mientras yo todavía me doblaba
como un papel mojado
en la papiroflexia de la herida.
Tan solo tres minutos de tu tiempo
fueron lo necesario para ver
que huías sin cesar hacia adelante,
como si todo fuera una película.
Las palabras de sombra fueron dulces,
la voz entremezclada con la sangre,
las lágrimas amables, subrepticias,
ocultas tras la gran vidriera cósmica.
Al decirnos adiós
de nuevo aterricé
sobre la pista llana
que prometía solo
una tregua cargada de silencio.
Aunque también podría
ser un experimento entre la niebla
y una tormenta con llovizna.
Ana Muela Sopeña
10 comentarios:
Hay adioses que son como losas, inapelables, y se intuyen como adioses definitivos, en pocos, muy pocos minutos.
Un abrazo
Pienso que cada adiós tiene
su historia y difícil de aceptarlo.
Besitos dulces
Siby
Decir adiós suele ser difícil, algunos preferimos desaparecer sin decir ni una sola palabra.
Tus versos con mucho sentimiento Ana, escribes muy muy bien.
Gracias por venir, Albada.
Besos a montones
Así es... cada adiós tiene su historia.
Un beso grande, Siby...
Agradezco tus palabras, Jorge:
Muchos besos
Ana! Chega a um momento da nossa vida, que temos de dizer adeus, amadurecer para seguir em frente!
Uma despedida, vem sempre acompanhada de um novo ponto de partida!
Un beso!
Es un poema tan nítido. Un guión de cortometraje con una atmósfera crepuscular y melancólicos versos en off...
Me encantó, amiga. Abrazos y más abrazos.
Todo lo que dices es cierto, Albino:
Pero... ciertos adioses son un desgarro.
Muitos beijos...
Nitidez porque parte de una vivencia...
Un fuerte abrazo, Carlos
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