Con palabras monótonas la hipnosis
lleva hasta el precipicio a su objetivo.
Le susurra delirios al oído,
le canta una utopía alucinante.
El hombre con cadenas va arrastrándose,
se debate entre el sueño de la hoguera
y el umbral subterráneo hacia lo libre.
El péndulo se para en el espacio.
La hipnosis se quebranta por momentos...
Latidos y cronómetros de arena,
mientras la hipnosis sigue sin control
cegada por genomas y por sombras
de un manuscrito oscuro zahorí.
A pesar de salmodias y de pócimas,
de traumas y conjuros en los códigos,
el hombre de Vitruvio vuelve a ser
la racionalidad entre los sauces.
Ana Muela Sopeña
6 comentarios:
Cuidado con ese metrónomo invisible, que puede marcar ritmos que no sabemos o podemos seguir. Veo que en cierto modo te obsesiona. Tu poesía, ¿lo conjura o lo reclama?
Tiene razón tu poema, Ana. La poesía debe tener algo de hipnótico o no será tal...
Abrazo hasta allá.
No puedo contestar a tu pregunta. ¿Conjura o reclama? No lo sé. Lo que sí sé es que estamos sufriendo una hipnosis colectiva. De eso no me cabe duda.
Un abrazo
Desde luego. La poesía tiene un poder hipnótico.
Un beso grande
ANA!
O teu poema me parece un manuscrito "zahorí",
saído do meio das sombras!
O misticismo me fascina! E as tuas palavras
me levam numa viagem sem destino!
Besosss, para ti!
Es un poema misterioso, sí. Como los seres humanos que anidamos en lugares ocultos donde la mente no llega.
Un beso grande, Albino...
Publicar un comentario