La niebla de las calles es extraña
pero se va metiendo entre la ropa,
después te petrifica como losa
y te deja con frío, sin palabras.
Todo se va cayendo cada noche
entre los diccionarios de la bruma
y te inunda despacio con la lluvia
hasta desembocar en cualquier bosque.
Al comenzar la senda del ayer
el instinto se queda respirando
en el árbol azul de la magnolia.
Contemplo así una luna de papel
a través del cristal y de su vaho,
en el reloj de un mundo sin memoria.
Ana Muela Sopeña
6 comentarios:
Chapeau. Qué agregar...?
Abrazo hasta allá.
Agradecida por tu visita, Carlos:
Un beso enorme
Vamos adentrándonos en la niebla de lo que somos, sobre todo cuando la bruma nocturna nos agudiza los sentidos.
Un abrazo
Qué bonito lo que dices.
Un beso enorme
Se ve que tu poesía sirve también (te sirve) para salir de las brumas. Pero ya sabes, a una bruma sucede otra bruma y a esta...es lo que tiene la navegación, y más si es de altura.
Las brumas no terminan nunca. Las certezas dan paso a la incertidumbre
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