Las sombras mortecinas de la noche
se reflejan plateadas en la ría.
Un misterioso ruido
atrapa los secretos
de los edificios en penumbra.
La soledad se pierde por los pórticos
y los soportales de los besos.
Las calles se parecen a la niebla
y ocultan en aceras
la suave transparencia
de la respiración de la ciudad.
El mutismo se abisma en la distancia,
mientras un gato solitario
se esconde bajo un coche de la lluvia.
El silencio disuelve las heridas
de los transeúntes maltratados.
El crepúsculo invita
a las horas amadas del subsueño.
Todo se hace pequeño
cuando lo oscuro inunda el horizonte.
Ana Muela Sopeña
8 comentarios:
Por esos pórticos que nos convidan a los subsueños :-). Un abrazo
Por los pórticos, Albada:
Un beso
Casi me lo perdía, Ana. Poemazo, diríamos por aquí.
Abrazo hasta allá.
Me alegra que lo hayas disfrutado, Carlos:es un placer saberte como lector...
Un beso enorme
SE ve que la placidez de la contemplación
siempre nos dona sabias miradas...
Me gusta observar sobre los puentes , ver el agua y comprender tantas cosas conectadas a la vida misma.
Abrazos.
La oscuridad es grande, la oscuridad es pequeña. Qué será la oscuridad.
Pues no se sabe. Podría ser una adivinanza.
Acabo de sacar tu comentario de Spam, Meulen:
Tienes razón. La contemplación nocturna de un río o del mar nos permite conectar con nosotras mismas.
Un beso
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