Doce de la noche.
El termómetro marca catorce grados.
El frío de la noche me recuerda que todo es temporal.
Cuando todo es oscuro
siento que la neblina es de otro mundo.
Se experimenta todo como efímero
y te liberas lentamente
de lo que ya no sirve.
Cinco de la madrugada.
El termómetro marca trece grados.
Pronto amanecerá
y los sonidos suaves
de la madrugada silenciosa
darán paso a los ruidos incesantes
del tráfico y la gente atareada.
Diez de la mañana.
El termómetro marca catorce grados.
Los transeúntes marchan a sus cosas.
La prisa inunda todas las miradas.
El instinto del agua nos dirá
dónde habita el olvido de los hombres.
Once de la mañana.
El termómetro marca quince grados.
Los bares están llenos.
La pausa de las once es obligada.
No hay excusa posible
para no descansar unos minutos.
Doce del mediodía.
El termómetro marca dieciséis grados.
Se oyen las campanas
de una iglesia sin nombre.
Incluso un carillón
toca una melodía popular.
Una del mediodía.
El termómetro marca diecisiete grados.
El bullicio de calles y estaciones de metro
ha desplazado a esquinas despobladas.
Mujeres que regresan de la compra,
estudiantes con libros y carpetas.
Algunos rezagados
acudiendo al trabajo.
Dos del mediodía.
El termómetro marca dieciocho grados.
Movimiento que muestra la belleza
de las terrazas llenas.
Es hora de comer.
Menús de restaurantes.
Aperitivos en las barras.
Encuentros cotidianos con sonrisas...
y también los que vagan solitarios bebiendo sin control.
Seis de la tarde.
El termómetro marca diecisiete grados.
La clepsidra se expande con sus luces y sombras mortecinas.
Poco a poco vendrá el atardecer
y la respiración de los que guardan
los misterios del tiempo en sus bolsillos.
Siete de la tarde.
El termómetro marca dieciséis grados.
El color de las nubes
anuncia ya el crepúsculo.
El enigma de todos los enigmas
que hace brillar al sol
en el horizonte de los sueños.
Nueve de la noche.
El termómetro marca quince grados.
La jornada se extingue poco a poco.
La ciudad se prepara para el sueño
y las aceras muestran la belleza
de la actividad casi invisible.
Un perro callejero ladra en la lejanía.
Los gatos se refugian tras los muros
y buscan el espíritu nocturno
que los proteja siempre del peligro.
Los secretos se van anestesiando,
vuelven a sus guaridas
y de nuevo comienza
el círculo infinito de las horas...
Ana Muela Sopeña
16 comentarios:
Y cada hora va subiendo el termómetro. Me gusta como describes cada momento. Saludos
ANA!
Muy belo o teu poema!
Vivemos submissos ao círculo infinito das horas!
Autómatos, de uma rotina comandada pelos ponteiros de um relógio.
Tudo se repete...tudo fomenta o tédio.
Precisamos quebrar as rotinas das horas,
viver o nosso tempo, livremente, sem ser comandado por uma máquina!
Precisamos fazer a revolução do tempo. Esmagar todos os relógios!
Muitos beijos!
Oye, cronista poética, es el tiempo que no cesa...para las actividades humanas y cotidianas.
Gracias, Frases bonitas.
Un placer...
Un beso
Sería estupendo, Albino, llegar a poner de manifiesto "el tiempo es arte".
Ahora rige otra visión. La cosmovisión de que "el tiempo es oro".
Gracias por tus palabras.
Un placer recibirte en mi espacio.
Un beso grande
El tiempo y la temperatura determinando nuestras acciones, Fackel.
Un beso
Gracias por venir
Original poema. A la par de los versos tu destreza descriptiva una crónica nos cuenta...
Abrazos y más abrazos, amiga.
Me gusta como relatas el paso del tiempo en un día cualquiera, Ana y especialmente los finales de cada hora con ese toque tan personal e intimista de lo que sucede en cada hora.
Un beso grande.
Gracias, Carlos.
Es un placer saberte como lector.
Un beso enorme
Hola, Carmela:
Gracias por venir y brindarme tus palabras.
Un beso enorme
Son como Veroños, que tan pronto hace frío como parece que estemeos en verano
Por los paseos nocturnos, y por el otoño. Un abrazo
Tienes razón. Veroños. Palabra origunal.
Gracias por venir.
Un beso
Un día lleno de movimiento...como la vida misma...
por aquí todo el día es impredecible, a veces sale algo de sol y aumenta la T y otras y muy rápido llueve y viene un viento helado, vivo cerca del mar y cordillera , así que el clima juega mucho por aquí
Abrazos.
Aunque pensemos que no nos influye la meteorología y la temperatura nos influyen... y mucho.
Gracias por venir. Cambios muy bruscos tenéis.
Un beso
Interesante, Ana. Es posible que la idea de un poema se escribiría de distinta manera, con distintas temperaturas... no?
Abrazo, en el cerquita.
Es posible, sí.
Un fuerte abrazo, Sigo...
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