*
Invisible la anciana
se oculta en su habitáculo de niebla
y rompe cada día la penumbra
con su rutina gris entre pasillos.
Se levanta en la sombra de sus miedos
y desayuna siempre al mediodía
como si el mundo fuera un vals sin ritmo.
Después limpia la casa como un símbolo
y sale un cuarto de hora
a comprar la comida y el periódico.
Con la televisión acalla el pánico
y disfruta de voces
que le hacen recordar cuando era joven.
La tarde va pasando lentamente
y la noche se cierne sobre el hálito
de su cuerpo sensible
a la soledad más infinita.
Anochece en su túnel de silencio
y prepara la cena con desidia.
Observa quietamente
una silueta oscura en el salón
y se atemoriza con fantasmas
que invaden el portal del edificio.
Visiona una película famosa
y luego lee un libro
exorcizando la ansiedad
que le produce el hecho de la muerte.
Invisible en el nido
rememora su vida muy despacio
y cada noche pide suspirando
que los días se alarguen para siempre.
Se acuesta entre sollozos inaudibles
y pide al universo
tan sólo un día más...
Ana Muela Sopeña
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