domingo, 21 de noviembre de 2010

LATIDO MINERAL

*
En el latido mineral de la palabra
habita tu cuerpo abierto
a mi vientre de luz, salitre y sombra.

Cuando te miro en pulsos de la tierra
me veo en los espejos del silencio,
amarrada a la cal de un punto lúbrico
que me incita a esperar que tú me roces
y me lleves por mares de deseo,
drogada como un péndulo de agua.

En un vaivén de mundos invisibles
te deslizas sin prisa por mi arena,
para arrojarme sola
por los acantilados de los lobos.

Soy un metal que ansía disolverse
en tu boca de fuego,
en tu saliva ardiente y temeraria
para ser la penumbra más antigua
de todas las mujeres de la historia.

Sólo quiero que tú me inicies, luna,
en volcanes de lava y de azabache
donde una urbe llena de sorpresas
me transporte al lugar del gozo eterno.

Sólo quiero que tú me invoques, sol,
en las cuevas tan lóbregas
en medio de fisuras interiores,
para danzar en medio de tu bosque.

Soy el sueño ceñido a diosas cálidas
que lloran en su celda de castigo
por desafiar las convenciones.

En el centro del alba
residen las visiones de mi piel,
donde los jeroglíficos se abren
a los umbrales del susurro.

Una trampa de hielo
se cierne sobre mí,
pero en tu mano está encender la hoguera
del nido sobre el tiempo inmemorial.


Ana Muela Sopeña

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