*
La luna en su habitáculo de niebla
recibe los relámpagos sin miedo
como un árbol de viento,
en el instinto antiguo de una estrella.
Las gaviotas nocturnas dejan velas
en el agua del sueño,
en crepúsculos rojos sobre el hielo,
al tiempo que el retorno se hace brecha.
La mirada perdida de una ninfa
deslumbra en arrecifes de coral,
bajo las algas ávidas de luz.
Los recuerdos amados de una niña
perfuman el ambiente desde el mar
que respira nostalgia del azul.
Ana Muela Sopeña
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