*
Hay un muro que atrapa
al tronco de un árbol de silencio.
En medio de la sed de efervescencia
se percibe el instante del pasado
como una jaula abierta
a la meditación e incertidumbre.
El tiempo
no deja volar libre,
es una llamarada de memoria
adherida a los pulsos de los sueños.
En el sonambulismo,
sumergido en el mundo material,
el movimiento exacto, matemático,
se ha reducido casi a cero.
Hay en la noche
una pared para los símbolos
que nos llevan a espacios cerrados,
donde el cambio es sinónimo de pánico.
Ana Muela Sopeña
viernes, 27 de abril de 2012
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