*
Un animal interno nos ampara
entre la exactitud de los relojes,
con sombra de los días,
en silencio de círculos concéntricos,
sobre la sangre laberíntica.
La intensidad del ojo causa un vértigo fértil,
en un abismo roto por el frío
de la muerte velada por el sueño.
El tiempo curiosea en los aviones
y en la respiración de lo posible,
con la piel de una ninfa consagrada
al asombro del juego
en paraísos libres de censura.
Ana Muela Sopeña
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