*
La mujer del exilio dormitaba
en su cuarto con nubes solitarias.
A través de la niebla
veía deslizarse el tiempo insólito.
Los sueños se esfumaban
como espíritus pálidos y fríos.
Las horas navegaban cada noche
por caminos de bruma sin presagios.
La mujer naufragaba
en sus escritos intimistas.
Quería convertirse en una efigie
y esculpir en la piedra la nostalgia.
La mujer sollozaba
en lugares inhóspitos de viento
y llamaba al futuro por su nombre,
para conjurar al universo.
La mujer en su sueño
pretendió doblegar a las galaxias,
pero hubo de esperar el punto exacto
de la visión de lluvia y sortilegio.
Ana Muela Sopeña
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