*
Un cúmulo de pulsos silenciosos
entierra entre jazmines la palabra
subterránea en el tronco de los árboles.
Allí florece luego transformada
en los dulces vocablos de la vida
que fértil nos insta a ser de agua.
Los cirros nos ayudan en el salto,
para soñar despiertos con las cumbres.
Una nube de amor y de sollozos
se entrega entre la sombra
al crepúsculo rojo de la tarde.
Ana Muela Sopeña
jueves, 15 de enero de 2009
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