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A veces las palabras de memoria
se convierten de pronto en dulce mito
y saben de experiencias como un hito
en la intrahistoria grave de la historia.
La vida con sus cambios, como noria,
nos permite expresar sincero el grito,
como si la liturgia fuese un rito
en la firma de luz más amatoria.
Envuelta entre las letras de tu nombre
persigo sin cesar una crisálida
que me lleve a tu piel por nuestro mar.
Yo sé que tú eres siempre ese gran hombre
que no avisa del tiempo de reválida,
para que hasta el adiós te pueda amar.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
A veces un soneto resulta encantador y te atrapa.
Abrazo cómplice. Soco
Me alegra mucho que este soneto te haya gustado, Soco.
Un abrazo
Ana
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