sábado, 30 de marzo de 2013

PANORÁMICA

*
La ciudad desafía a la rutina
a través de tejados, chimeneas,
antenas parabólicas y humo.

Se ve una panorámica distinta
desde un balcón de luna.
Es un decimoquinto
piso con ascensor y montacargas
y el horizonte blanco se transforma
en lejanía del azul.

El mundo se abre siempre
al contemplar desde arriba
las tejas, los andamios, las fachadas.

Un hombre mira al cielo,
los cirros y los cúmulos, las nubes.
Respira la utopía de los átomos,
los materiales llenos del espíritu.

Sin límites de espacio
la urbe se parece a un ángel ebrio
que por las noches anda tambaleándose.

Las líneas de las casas
dibujan sus contornos en un lienzo.

Las ventanas parecen unos ojos
por donde la orfandad se hace de luz

y hay gárgolas que abren
sus fauces moradoras del umbral
que custodian iglesias, catedrales...
Vigilan que la sombra no crezca demasiado
en la visión oscura de los sueños...

Serpentean las calles
los caminos de muchos transeúntes,
los perros, los ancianos y los niños...

A tantos metros miras
y no hay vértigo,
porque tiempo y espacio se asemejan
a un promontorio lúcido y desierto.

La ciudad se parece
a una postal de esas que nos mandan
los amigos en meses de verano
y nos hacen sentir en la distancia
que el mundo es sólo un trozo de papel.


Ana Muela Sopeña

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