*
Tu rostro no se inmuta
con el amor que un día te entregué
transido de la luz y las mareas,
atravesado en sombras por la luna,
inundado de roces tan sutiles
que tocaste sin darte casi cuenta
el paraíso alado de lo único.
Tu semblante está muerto y no me miras
porque estás escribiendo tu epitafio.
Ana Muela Sopeña
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