lunes, 4 de diciembre de 2017

ALPHA

*
Vemos el firmamento y nos sentimos
en el eje eonario de los astros.
Nuestra galaxia brilla como el oro
y nuestra amada Tierra nos protege.

Mitocondrias desnudas en la arena
albergan la canción del universo
que nos une a la danza creadora.

Los mares, los océanos, los bosques
presagian en sus hilos de cordura
el bello amanecer de la conciencia.

Estamos esperando desde siempre
el momento ancestral para mirar
hacia la luz sin mácula del cosmos.

Materia, antimateria, simetría:
el adn humano como clave
para desarrollar la comprensión.

Partículas atómicas de fuego,
subpartículas llenas del enigma
ubicado en neuronas del cerebro:
las neuronas espejo, la empatía.

Nuestro planeta avanza en el espacio
mientras la Vía Láctea nos susurra
las verdades antiguas reveladas.

Un fulgor en el cielo nos recuerda
los púlsares arcaicos silenciados
en las manchas solares y las sílabas
que empatizan sin pánico con todos,
antes de que las cárceles del miedo
nos llevaran por campos de exterminio.

El tiempo es nuestro aliado en la distancia,
en esta mutación alucinante
que nos arroja en brazos del milagro
para ser "Homo sapiens" siderales
en calendarios llenos del asombro.

Espirales de cuásares y estrellas
de neutrones que pugnan por nosotros,
nos avisan de todo lo que existe,
más allá de las celdas de las almas.

El rito del amor, centro galáctico,
nos lleva por caminos de utopías
y nos hace crecer en la esperanza
del cambio evolutivo de la especie.

Lucen entre bosones los zafiros,
diamantes, esmeraldas y rubíes
con las enanas blancas en sus reinos
alimentando el mundo subatómico.

Se presentan las puertas estelares
como umbrales de paz y de hermandad
que nos permiten ser entre maestros
humanos inventores de clepsidras
para impulsar sin frenos el Aleph.

La música de todas las esferas
retroalimenta el mundo cotidiano.

Somos genoma y marca del espíritu,
incapaces de entrar en rendición.
Nos levantamos llenos de alegría
en mitad de tormentas, terremotos
y erupciones volcánicas de fango.

Amamos esta octava y la otra,
subimos por las rutas del espacio
hacia nuevos confines, nebulosas,
asteroides con polvo de cenizas.

Alfabetos galácticos nos piensan
como seres con pulso creador,
llenos de las esencias de satélites
más allá de conflictos por fronteras.

Recordamos el sueño del archivo
oculto en los registros del submundo,
más allá de los límites del tiempo
secuestrado en la sombra por los amos.

La galaxia de Andrómeda nos habla
con su voz sumergida en otra historia.

Nos salimos del cuerpo, casa y patria
para mirar los ojos de la vida
de los antepasados y sus clanes
de caza paleolíticos.

Anhelamos el punto del origen
donde todo es completo, sin heridas.

Amamos las vocales de los púlsares
que nos dejan anclados
en dimensiones libres de cadenas.

Los números solares nos conducen
a la salida de emergencia
por los portales ebrios del amor...

En la luna se observan jeroglíficos
que persiguen la alquimia y creación.

Desde Neptuno llegan otros códigos
de solidaridad entre los seres.

La Tierra vencedora en su gran viaje
nos invita, cautiva, a despertar.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Tu poesía invita a despertar, Ana. Tras varias lecturas vuelvo a dejar mi comentario. Entre tus mejores poemas, sin dudas. Insisto, obliga a varias lecturas.

Abrazo admirado amiga!

Ana Muela Sopeña dijo...

Me alegra, Carlos, que el poema te haya gustado.

Es siempre alegre para mí tu visita.

Un beso enorme
Ana