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A veces en la vida hay una historia
que no puede olvidarse del amado
y todo ya parece abandonado
del mundo de la luz y la memoria.
Creamos sin querer un dulce mito
que no se desintegra con los años,
ni siquiera a la sombra de castaños
podemos diluir pasado y rito.
Pero llega un momento en que la fuente
se convierte de pronto en un gran río,
donde todo se esfuma, incluso el nombre.
La visión del amor se hace yacente
y todo se transforma en el vacío,
para poder abrirnos a otro hombre.
Ana Muela Sopeña
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