jueves, 22 de abril de 2010

ENTRANDO EN EL UMBRAL

*
Entrando en el umbral de los espejos
me encontré con un niño de cristal
que me pedía a gritos unos versos
ataviados con pétalos de mundos.

Me encaramé a la herida más atávica
y le dije al oído las palabras
que como contraseñas misteriosas
abrían el oráculo del verbo.

En un instante loco y silencioso
contemplé
lobos
blancos
en
el
sueño
que me miraban fijamente
desde el tiempo ancestral de los abismos.

El niño de cristal vino hacia mí
y me cantó canciones de la Tierra,
donde el Hombre sabía
de
la
Estrella
contenida en el fuego de las células.

Y yo guardé en mi espíritu la letra
como un radar interno hacia los cuásares,
donde genes de fuego transmitían
los momentos más álgidos
de la evolución de los homínidos.

En la visión del agua pude ser
una sibila del espacio,
para ensoñar los ojos de Gaia sideral
con la piel de los ríos de obsidiana.


Ana Muela Sopeña

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