jueves, 22 de abril de 2010

TIEMPO DE CRISÁLIDA

*
A Miguel Íñiguez y a Víktor Gómez Ferrer

La vida es un espejo
donde nos miramos a todas horas


Aquellos transeúntes caminaban
por la ciudad desnuda,
en la herida sonámbula.

Sabían que las horas era lánguidas
y bebían crepúsculos de versos
mezclados con palabras de denuncia.

Subversivas estrofas
abandonaban siempre sus mensajes
en medio de la sangre y las aceras.

Aquellos transeúntes,
en la ebriedad de calles subterráneas,
intentaban que el metro los llevara
hacia el punto neurálgico del mundo.

Pero nada era eterno.

La ciudad era un cúmulo de voces
que iban desgastándose en sus grutas,
para soñar sin ropa y sin la visa
con la autenticidad de la belleza.

Aquellos transeúntes en neblina
eran nuestros espejos más visibles,
los que nos recordaban esa lucha
por dejar de ser números anónimos
en la urbe de araña gigantesca.

Y un tiempo de crisálida
nacía a cada instante, cada noche,
para empezar de nuevo...


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso regalo Ana. Me he despertado esta mañana, después de una mala noche y me encuentro ésta crisálida, para dar más valor a la vida y las cosas que nos rodean, las que hacemos nuestras, nuestras amistades. Sobre todo cuando tratamos de absorber, de extraer de la poesía esa porción de sentido en la ciudad desnuda y dotarla de nombre.

Sabemos que hay disposición en nosotros para percibirlo con nuestros sentidos, que irrumpen en nosotros con pequeños gestos, que como destellos pretenden una porción de esperanza. Tu poema recoge ese acontecer dentro de la desolación.

En lo sucesivo debe de quedar esa cadena de pequeños crisoles que impregnen de vitalidad nuestro camino, más pleno y eficaz nuestro tránsito.

Bien sabes poblar esa ciudad con esos versos

Mil gracias y un besote grande

Ana Muela Sopeña dijo...

Miguel, me encanta que el poema te haya sorprendido gratamente. Hay tiempos para ser oruga, tiempos de crisálida o transformación y tiempos de mariposa o liberación.

Todo tiempo en suspensión es un tiempo de crisálida...

Un besote
Ana